Toros y gobierno

Toros y gobierno. Jesús H. González de León
El gobernante como el torero, debe actuar siempre como si lo vieran , ya que lo mal hecho sale siempre a la luz . Quien desea que todos le vean no se preocupa de que lo puedan ver en su casa cuando esta solo, que . La plaza de toros se semeja a una ciudad en donde el publico representa a los ciudadanos que viven en ella. El torero es el gobernante en turno en el poder ejecutivo. En una corrida el publico puede ver a varios toreros pasar . Este gobernante puede entrarle de frente y a los problemas o evadirlos con gallardía. Se requiere de una dosis de valentía para enfrentar al toro. Así mismo necesita tener gracia y saber manejar ciertos asuntos con tacto y prudencia. Aparenta que lo difícil se hace fácil aunque en realidad lleva detrás una gran preparación. El toro puede significar los problemas que enfrenta la ciudad y su gobernante. Los picadores y banderilleros son como los funcionarios de gobierno de segundo nivel que lidian con el problema, lo cansan sin llegarlo a resolver dejándoselo listo al ejecutivo. No falta quien le grite al torero cuando no esta conforme con su actuación, pero ese mismo gritón envalentonado quizás ni se atrevería a pisar el ruedo No es lo mismo estar detrás de la barrera que en el al ruedo, cualquiera puede criticar, pero enfrentarse y actuar no todos.
Alguna acción puede ser motivo de rechifla o de aplauso al mismo tiempo según el gusto o la percepción de la opinión publica. Aunque la corrida haya sido brillante no faltara alguien que critique al torero y lo juzgue de cruel por dar muerte al toro. El publico presiona para obtener una decisión del juez, oreja o rabo indican un buen desempeño del gobernante-torero. Si se le da muerte al toro a la primera, y rápido tiene mas merito, lo mismo con el gobernante que acaba rápido con un problema o soluciona una necesidad. Después de una gran actuación el triunfo se saborea con el aplauso, los sombreros que avienta la gente, quien le ofrece y hasta lo cargan en hombros, por unos instantes es el centro de atención y todos festejan su momento de gloria.
En ocasiones se otorga un indulto, en este caso el toro se convierte en el ciudadano, ya que el publico se identifica con el, esta a su favor y pide su perdón. El juez de plaza como el juez penal, le perdona la vida al humano por su valiosa defensa, que en los toros equivale a demostrar que su bravura y su nobleza están a la altura que requieren las circunstancias.
El punto de unión con la realidad en esta comparación recae en que el gobierno municipal es el que regula las corridas de toros.
El torero, al igual que el gobernante “astuto tiene la maña para engañar a la voluntad ajena antes de atacarla: vence por que convence.” Para ganar disimula su intención verdadera, garantiza el éxito con la sorpresa, el toro queda confundido. Incapaz de advertir la estrategia y la segunda intención del torero-político quien gira con habilidad hasta dar en el blanco de sus deseos. Simbolismo que va más allá del hecho de enfrentarse, dominar y finalmente sacrificar al animal. Detrás de la lidia y muerte de un toro hay toda una simbología: “Simboliza la lucha entre la razón humana (la inteligencia del hombre que se vale de recursos y estrategias para mantenerse a salvo de la bestia) y la brutalidad del animal; enfrentamiento del que acaba por surgir triunfante la destreza e inteligencia del ser humano. Al igual que en el gobernante vence la prudencia y la razón a la fuerza bruta y la violencia
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